viernes, 20 de febrero de 2015

Fragmento Prólogo a guión de Silvia Prieto en Nueva Edición de guiones de Rejtman


Los días de Silvia Prieto
Rosario Bléfari
Martín quería escribir un nuevo guión después de hacer Rapado y había puesto sus antenas a funcionar. Eso quería decir que cualquier cosa que escuchara o presenciara podía ser tomada, transformada e incorporada al futuro guión. Al principio serían anotaciones en sus múltiples libretas, donde apuntaba cosas al paso, cosas que pescaba con una red más bien fina y que se sumaban sin  un destino definido. Podía ser algo que alguien dijo o que surgía en medio de una conversación. Yo lo veía hacer eso, ese gesto de anotar algunas cosas y me parecía uno de sus chistes, de hecho nos reíamos. Para mí era como una especie de parodia, la del escritor que toma apuntes, a pesar de ser algo que yo misma siempre hice aunque de una manera  menos metódica. Era el gesto como de estar jugando al cronista lo que me daba risa, desenfundaba la libreta y el lápiz y no le importaba nada, se detenía a anotar con velocidad algo ilegible para los demás y valioso para él.
En ese momento, yo trabajaba de moza en un bar con mi novio, Fabio Suárez, haciendo medio turno cada uno, y con Valeria Paván, la mujer de nuestro compañero de banda (“Suárez”), Marcelo Zanelli. Llevábamos como uniforme un mameluco del tipo que usan los mecánicos, sería luego el uniforme que usa Silvia Prieto en el trabajo donde cuenta los cafés que sirve por día. Nos veíamos seguido en esas épocas con Martín.  Fue una casualidad que justo consiguiéramos trabajo, si mal no recuerdo gracias a Valeria, en ese bar cuyo dueño, Rolando Borensztein, había sido amigo de la adolescencia de Martín. A veces Martín pasaba por el bar y nos veía en acción con los uniformes y las bandejas.
Un día Valeria Paván anunció que  empezaría a escribir una novela, y así lo hizo. Ya fuera en su hora de descanso o en los tiempos muertos en los que el bar estaba tranquilo, ella escribía sin parar y a mano en un cuaderno que tenía sobre el mostrador o en el delantal. Martín leyó ese material y algunos de los elementos que aparecían los utilizó para el guión. No solo de la novela -muy diferente a la historia de la película- surgieron cosas, sino de muchas otras situaciones y comentarios reconocibles para muchos de los que éramos amigos en esa época, como lo de la muñeca que se parece a Brite y es colocada en el último estante de la biblioteca para no tener que verla. En el caso original, Fabio Suárez había recibido un regalo, una estatuita de cerámica que representaba un punk con cresta, alto y flaco y que le dijeron que se la regalaban porque se parecía a él. Fabio se había sentido confuso al respecto, “¿así me ve?”, se había preguntado y después de reflexiones y dudas había resuelto ponerla allá arriba para no verla, tampoco quería tirarla ni regalársela a otra persona. Lo de decirle a alguien “lámpara de botella” fue algo que surgió en una conversación con Cecilia Biagini, actriz y amiga en común, en la que se usó esa comparación para explicar que algo era un adorno barato hecho por uno mismo sin demasiada dedicación, imaginamos en el momento de la charla que a alguien le decían así como un insulto y nos reíamos. La forma en la que alguien puede reaccionar en medio del compromiso de compartir un alquiler fue tomada de una ocasión en la que compartíamos una casa con unos amigos. Cuando llegó el día del pago en el que todos teníamos que poner la plata, uno de ellos contestó tal como cuenta Brite que Gabriel le contestó a Garbuglia, lo cual, en ese momento, fue motivo de asombro y enojo, pero también de cierta admiración por nuestro amigo, a quien, por lo visto, no le importaba ni le urgía nada de nada.
Martín creyó durante mucho tiempo que si los verdaderos protagonistas de algunas situaciones recortadas y levantadas de la realidad reconocían sus palabras o actitudes, podían llegar a enojarse con él, pero eso nunca ocurrió. El personaje insidioso de Brite que se mete con las fechas de ovulación de Marta, la alusión a Gabriel como “el petiso” y lo que le dice a Garbuglia: "Marta ya no es una nena...", eran cosas ridículas y absurdas muy reconocibles y era posible que alguien se ofendiera, pero nadie pareció darse cuenta de esas cosas o no se reconoció en ellas al ver la película. Tal vez por la manera en la que estaban esos elementos entretejidos y tal vez así se despersonalizaban, dejaban de pertenecerle al protagonista real y pasaban a ser parte de la vida de los personajes de la película. Con respecto a esto, dice Martín: “Igual para mí fue siempre un misterio que nadie me pegara una cachetada después de ver la película”. 
Esas, por mencionar algunas, claro, fueron piezas que pude reconocer al leer el guión, genialmente transformadas, atribuidas a unos en vez de a otros, hiladas entre sí, junto a otras que no recuerdo, que inventó por completo Martín o que captó en otros ámbitos. Por supuesto, lo de Paván tuvo una mención más formal que Martín siempre hizo, pero las cosas en las que yo y mis amigos estábamos involucrados, fueron para mí como un regalo. El aspecto  principal de ese regalo consistió en prestarnos atención. Descubrí con el tiempo la importancia de estar cerca de alguien que presta atención a lo que pasa, a esos momentos de nuestras vidas que tal vez hubiesen pasado de largo en la selección de la memoria como actos o palabras poco importantes o de corta vida en la marea de acontecimientos que se superponen con el paso de los días. Y segundo, por re elaborarlos con gracia y acierto para hacerlos formar parte de un todo completamente ajeno y con vida propia, ya que nada tenía que ver la historia ni los personajes -en forma directa y literal- con nuestra vida.

Las charlas con Martín tienen ese tono que con pocas personas se logra. Ese tipo de charlas en las que contamos lo que nos pasó o lo que nos enteramos que les pasó a otros,  donde la forma en que lo contamos hace que hablemos de otras cosas al mismo tiempo. Lo que nos afecta para bien o para mal, para el asombro, para detenerse en ese punto porque sí, sin finalidad precisa, siempre como al borde de un gran chiste, agregando remates caprichosos que desvían el curso, restando drama o preocupación, aunque sean cosas que nos preocupan mucho de verdad. Martín puso en el guión de Silvia Prieto esa absurda liviandad que resulta casi trágica (... )(fragmento de la edición de los guiones "Rapado", "Silvia Prieto" y "Guantes mágicos")

jueves, 13 de noviembre de 2014

Sobre "El libro de cuentos de Corazón" de Agustín González


Si, este libro se llama "El libro..." porque no es un libro de cuentos así nomás, son los cuentos de Agustín González, (¿o es una novela por entregas?) sobre una gata llamada Corazón, escritora de cuentos para humanos que aún no publicó. La vida de Corazón es bastante agitada, vive en una casa con otras gatas a quienes les oculta su pasión por la narración. ¿Qué pasará con los cuentos de Corazón? ¿algún día los publicará? lo sabremos en  el siguiente tomo aún no editado, y no sé si escrito, pero al final del libro la promesa está: "continuará...". Lo que sabemos es que este libro es imposible de abandonar, de un tirón y hasta el final la lectura se desliza y las historias se entrelazan como en unas mil y una noches con su scherezada gatuna. Con la diferencia que los cuentos son vislumbrados e interrumpidos, para hacernos caer en una deliciosa trampa una vez más, caer en el cuento sabrosón antes de entender que la historia es otra, que es la historia de Corazón, una escritora romántica zarpada, quien se deja llevar por la inspiración que la vida misma -la de los humanos- le dispara, para después ensortijarla y no sabemos cuántas cosas más, historias de sexo, amor y pasión enseguida germinan en su cabeza sagaz sin dejar de atender su vida entre gatos y preocuparse por el bienestar de su especie. Una sabiduría innata le dicta cómo atravesar las situaciones cotidianas y lidiar con el carácter de los demás, con entereza y sin distraerse de su actividad literaria. Corazón sabe vivir. Y uno creería que su seguidor, su cronista y su biógrafo, también. Por eso nos regaló este libro indirecto, tan particular, juguetón y profundo a la vez.
La edición de Danke, una nueva editorial a cargo de Julia Enriquez ,de la ciudad de Rosario, es ideal.
Un libro para ir corriendo a comprarse dos, uno para la biblioteca y otro para regalar, el regalo perfecto sin dudas. Librerías de Capital donde se consigue: * Librería Mi Casa (contacto por facebook)
A Cien Metros de la Orilla (contacto por facebook) * Otra Lluvia (Bulnes 640) * Big Sur (Carlos Calvo 637)y en Club editorial Río Paraná de Rosario. https://www.facebook.com/edicionesdanke

Sobre "Es imposible pero podría mentirte" de Beatriz Vignoli

Beatriz Vignoli, esta escritora, ¡es demasiado! Anoche, o esta mañana, a las cinco, cuando me levanté, terminé de leer "Es imposible pero podría mentirte" (Homo Sapiens, 2012). Y me dejó alterada. Mil cosas: el libro adentro del libro, la primera persona en el lugar del hecho, la voz afectada, la distortion en 10, la exploración del detalle furiosa, fatal, más oscura que la perversión misma, como dice en un momento. No hay reverb suavizadora, que nos aleje, que produzca efecto vintage -digerible y confiable-, sólo volumen, distortion, afinación perfecta, clasicismo novísimo (no hay disonancias o ruido, no hay collage ni loop alemán). Elogio de la narrativa, pero afectada, explosiva y redundante, dispersándose en venenos autoreferenciales que no hacen más que vestir y desvestir a ese "yo", y a los demás, en un curioso vidrierismo literario (el momento exacto cuando se sorprende al vidrierista cambiando a los maniquíes). Allí está todo, todo lo que esa noche hablamos en Iván Rosado -"fuiste abducida en Rosario, Rosario"- con un compresor tremendo en las voces, cuando nos preocupaban las mismas cosas. Y ella escribió esta nouvelle con todo lo que que me pareció vislumbrar en un diamante apretado como los ceniceros que menciona de los 80, esos ceniceros duros y chiquitos, de cristal, facetados como piedra preciosa con aro de plata -en las más elegantes situaciones- al lado del plato de comida de cada comensal. Está todo lo que me imaginé que podría estar en ese ovillo de estaño apretadísimo que emanaba de los fragmentos a los que accedí en esa breve charla, charla sonriente, como esta escritura, que a pesar de todo lo que dije que es, sonríe, sonríe porque la vida le parece increíble, inesperada en su palidez, como quien va en un tren fantasma que ella misma ha diseñado y por eso se divierte, porque escribió todo esto y ahora hay alguien leyéndolo. Otra de las fantásticas posibilidades de esta vida. Y siempre es inocente, debo agregar, ese yo es exculpable, son absueltas de antemano sus premeditaciones, y el detalle ínfimo que me llama: el lujo del uso de ciertas palabras, como el uso de la palabra cool, en un momento preciso, que me inspiró a usar algunas extranjeras en este párrafo. Nunca como ella, claro. Vignoli humilla.

sábado, 12 de abril de 2014

Sobre Estas deben ser épocas felices pero me daré cuenta más tarde de Ana Inés López

Me encuentro de pronto en medio de un libro de poemas que me gustan, nombrada, como parte de la cosa y vivo un flash directo al pasado inmediato más impreciso, ese que no sé si fue hace cinco años o hace dos o hace unos meses, me acuerdo de lo que allí menciona pero de alguna manera no estoy en el poema, está la poeta con su mencionarme como parte de las cosas que hace y yo soy como las tantas cosas que nombra, como ese chico que se encuentra en medio de una especie de manifestación tranquila, o como esos compañeros que dice que hablan de drogas, o como el que viaja por el mundo y tiene instrumentos étnicos, soy una de esas cosas o personas, igual da en este caso, soy un elemento de su poética, un insecto atrapado en la red de sus exploraciones y el flash directo vuelve a verme del otro lado lejos como al fondo de un tubo, filmado con una de esas cámaras de ahora que muchos tienen, las chiquitas que son como un ojo, allá estoy recibiendo yo, la verdadera, el mail que dice que me mandó pero me veo desde el poema, es muy increíble por dios. Otra vez me pasó lo mismo, hace mucho, qué impresión...con uno de otro poeta donde también aparezco, con nombre y apellido bailando en una disco. Nunca soy yo. Sigo leyendo y de pronto me encuentro, pero no a esa yo del otro lado sino a mi misma en la voz de la que escribe, en ese poema que cuenta en qué lugares estuvo, las provincias que visitó, quién no lo hizo, hasta marcarlas en un mapa. Mi hija era muy chiquita y ya lo andaba haciendo, eran muy importantes para ella Alta gracia y Tandil, además de Santa Rosa porque eran en sus primeros seis años de vida, los lugares que conocía, y en el mapa de Argentina que estaba en su pieza, que está todavía, un día, que ella no estaba, descubrí que había hecho unas marcas. Poemas de Ana Inés López, ¿por qué hay personas que no leen poesía? ¿qué creerán? ¿sabrán que existen tantas poesías como personas? esta es la poesía de Ana Inés López que yo creo que a más de uno le puede pasar que diga, ah, ¿esto era la poesía? entonces sí, me gusta.

jueves, 10 de abril de 2014

sobre Relatos de fantasmas de Edith Wharton



Ahí está Edith en esta imagen, muy bien vestida, los guantes bien calzados que dejan ver nítida la pose de la mano sosteniendo el abanico. Era una mujer con mucho dinero, nacida en NYC en 1862 que vivía en casas hermosísimas. Ella y su marido tenían mansiones a ambos lados del océano y vivían por temporadas en una u otra. Pero además de este más que "buen pasar", Edith escribía muy bien. Claro que había recibido la mejor educación y no le faltó nada de nada, pero no alcanza con eso. La primera vez que leí algo de ella, tendría yo menos de veinte años, fue Ethan Frome. ¿Por qué me compré ese libro? era del Centro editor de América latina, y por lo tanto era accesible para mí y además leí en la contratapa que había sido amiga y discípula de Henry James, de quién había leído "Otra vuelta de tuerca" y me había gustado porque me gustan las historias de fantasmas. Nada de eso había en Ethan Frome, pero me gustó igual y me era muy llevadera su narración. Muchos años después, encontré en una librería de Santa Rosa Relatos de fantasmas. Estaba por entonces, esas vacaciones, tratando de escribir una supuesta novela donde el protagonista era un fantasma y me compré el libro sintiendo que era parte de la bibliografía que necesitaba. Pronto abandoné la escritura por la lectura de estos cuentos: "La campanilla de la doncella", "Los ojos", "Después", "Kerjol", "El triunfo de la noche", "El grano de la granada", "El espejo", etc...uno mejor que el otro. Mi favorito fue "Después", que trata de un fantasma del que uno se da cuenta que lo vió, tiempo después, no en el momento mismo. Genial. Porque esto mismo trata de lograr Edith en el lector, y lo logra. Dice, en el prefacio, que la luz eléctrica terminó con los cuentos de fantasmas, y también que si el escritor siente miedo al escribir conseguirá que el lector también lo sienta. Edith, gracias por estos miedos en forma de cuentos que nos dejaste y que guardo en la biblioteca al lado de los que escribió tu amigo Henry, otro compilado de relatos fantasmales. Muy diferentes. Más largos. No sé por qué pero yo te sigo mejor a vos en esto de los fantasmas.

martes, 24 de septiembre de 2013

Sobre Flush de Virginia Woolf



Esta es la edición en la que leí Flush, con un  estudio preliminar de Sergio Pitol (escritor y traductor mexicano que a través de este prólogo nos puede caer muy bien). Flush es el nombre de un perro, del perro de una poeta inglesa de la era victoriana, Elizabeth Barrett  Browning, que andaba enferma. Pero la presencia de la poeta es solamente una referencia -aunque preciosa- para seguir la vida de Flush. Virginia escribió su historia terminando Las olas y aún la seguía escribiendo cuando ya tenía listo el esquema general de Los años. Fue como un descanso, como un divertimento. Ese tipo de obras, consideradas menores, obra entre obras, obra paralela, me suelen gustar, hay algo despreocupado -no del todo, claro-, un deseo realizado de  inmediato de escribir sobre eso, que no es seguramente el mismo ánimo  que se tiene remando en el medio de una novela. Es el recreo de la escritura. Hablar de V.W. es medio en vano, ya se ha hablado tanto... A mí me encanta, leída así como la leí, en ediciones de bolsillo, o traducida por un mejicano o un español. Mientras se lee se va haciendo una traducción al porteño, al tucumano, o al chileno, a lo que nos sea más familiar, y eso también está bueno, es como un juego y exige un accionar de reescritura que siempre me gustó llevar en la lectura. Por ejemplo cuando leo naricilla, pienso naricita. Y a veces me detengo un rato en una frase tratando de reescribirla mejor. No sé al fin y al cabo si esa V. W. que yo leí, que sé que me gusta y que podría describir muy suelta de cuerpo, es la verdadera o si es una sólo mía, hecha de una obra traducida por distintos hispano parlantes, y reescrita en el pensamiento, corregida tal vez por mí, pero no me importa, la experiencia Woolf es importante en mi vida de lectora y de cancionera y colaboró con mi ánimo y con mi escritura, con mi comprensión e incomprensión del mundo. A pesar de todo, del tiempo que nos separó, del idioma, de la situación socio cultural y económica distinta, de todas las enormes y pequeñas diferencias y del hecho de haberla leído en traducciones, yo la sentí muy cerca, y sé de lo que habla, porque a través de todos estos velos una voz se distingue como el canto de un pájaro. Lo demás son estudios literarios, disecciones, que necesitan más contacto directo, más pinzas para agarrar el material de análisis. Y está muy bien que así sea.